El culto a este monstruo, que algunos llaman santa muerte, se desarrolla entre personas de poco conocimiento del verdadero cristianismo.
El origen de adorar a "la muerte" parece encontrarse en África. En México encontró un terreno fértil gracias a la ignorancia religiosa de mucha gente.
Esta devoción va en contra de la razón humana, porque la muerte no es ni siquiera un ser animado, sino algo que sucede.
¿Como entonces se le puede suplicar a un repugnante esqueleto?
La devoción a la "santa muerte" no tiene fundamento en la Biblia. En el libro de la sabiduría, leemos "Por envidia del diablo entro la muerte en el mundo y la sufren los que son del diablo" (Sb 2, 24). Esto quiere decir que tener devoción a la muerte es tenerla al diablo. De echo algunos de los que le rinden culto a esta macabra imagen sufren insomnio o pesadillas o incluso hay quienes han llagado a suicidarse.
En sintonía San Pablo escribe en carta a los Romanos: "El pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna" (RM 6, 23).
Es pues evidente, que la muerte es fruto del pecado y venerarla es amar el pecado, es decir, alejarse de Dios y entregarse al demonio. Así se entiende porque algunos experimentan fenómenos diabólicos.
Todo esto nos amonesta a alejarnos del pecado, para no estar cerca de la muerte. Prácticamente, pecado y muerte son causa y efecto, no se pueden separar. San Pablo nos enseña que hay que adorar a Dios, porque sólo El es el Señor, el que da la vida:"Cristo tiene que reinar hasta que todos sus enemigos estén puestos debajo de sus pies; y el último enemigo que sera derrotado es la muerte" (1 Co 15, 25-26).
Queda claro por que no hay que pensar en ser cristianos y al mismos tiempo venerar a la "muerte". O con Cristo o contra Cristo; o con la victoria o con la perdición eterna.
